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martes, 9 de octubre de 2012

EL FIN ÚLTIMO DEL POLICÍA ES EL FIN DE LA PROPIA POLICÍA


Es controvertida esta frase en cuanto que puede aparecer como un eslogan hostil. Sin embargo, no es tal si nos centramos en la condición principal -teórica- que esgrime el propio agente de la ley, cuando resalta que el deber de la policía es combatir la delincuencia. Ante esta frase, se reflexiona de la siguiente forma: Si desaparece la delincuencia, la policía también lo hará. El problema lo encontramos, entonces, en el concepto "delincuencia". Un delincuente es aquel que infringe la ley, siempre y cuando ésta exista. Puede ponerse el ejemplo del vendedor de alcohol durante la ley seca estadounidense (1920-1933) -el cual era delincuente-; y el vendedor de alcohol posterior a 1933. Podríamos, siguiendo este hilo argumental, decir que la ley, en cuanto ley, crea delincuentes. Por qué la ley crea delincuentes es algo paradójico, cuando la misma ley se presenta como un instrumento que posibilita la garantía de derechos, siendo el delincuente el enemigo, fundamental, del orden social y público. En este sentido se piensa que es interesante observar quién o qué crea o configura la ley. Es el Estado en su aparato legislativo-parlamentario quien la conforma y aprueba, con el consentimiento y firma del Jefe de Estado -en nuestro caso la Corona-. Ese cuerpo legislativo está compuesto, a su vez, de los representantes políticos de los distintos partidos. Por tanto, quienes redactan las leyes son los políticos profesionales pertenecientes al Parlamento. Podría alguien pensar, que quien crea los delincuentes -genealógicamente hablando- es el pueblo manifestado en urnas. Sin embargo, quizás aceptando que quienes apoyan o siguen apoyando a los redactores de las leyes puedan tener un margen de compromiso con ello, pensamos que el pueblo en sí no tiene responsabilidad ninguna, en cuanto no ha consensuado las mismas. Entendemos que en este caso, la ley, por su condición de ley, es mantenedora de la delincuencia o creadora de la misma. El instrumento a usar, que se cree oportuno para garantizar el régimen legal, y en extensión estatal, son los Cuerpos de Seguridad del Estado. Aquellos cuerpos que por definición son Agentes de la Autoridad. Cumplen la función de asegurar esa autoridad y de hacer valer la seguridad de la estructura establecida. Es decir, que no existe la policía porque haya crimen, sino que existe el crimen para que haya policía; el crimen es una decisión política; la ley produce delincuentes.


Ante todo ello, creemos interesante que esas fuerzas de seguridad del estado, sean conscientes de la situación en la que se encuentran. Técnicamente son utilizados para valer una serie de privilegios que no son representativos de su realidad. Pensamos que si se mantiene la premisa mentada al comienzo: "el deber de la policía es combatir la delincuencia"; la labor del cuerpo policial tendrá que estar dirigida realmente a eso; aun sabiendo que el propio combate hará desaparecer su condición.

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