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jueves, 23 de mayo de 2013

COLECTIVIZAR, COLECTIVIZAR, COLECTIVIZAR

Este texto de Rosario H. Catalá vuelve a hacernos sentir vivas. Muchas veces recurrimos a sus artículos escritos en la web Glayíu porque, además de fáciles de leer, contiene grandes certezas. 


"El agua es un bien común. No es privada, ni siquiera pública, porque lo público pertenece al Estado. Sí, el agua es común... y entonces va y amenaza con cierre Fuensanta.

Y entonces gemimos y lloramos que venga algún empresario a salvar la embotelladora. El enésimo lamento, la enésima recogida de firmas, el enésimo cartelito colgando del ayuntamiento... y las consabidas camisetas y los conciertos solidarios y algún que otro encierro. Gimiendo y llorando que los empresarios no sean tan malvados, que recapaciten, que no echen a tanta gente a la calle.

Lo hermoso sería un planteamiento nuevo y antiguo a la vez. Un planteamiento racional, científico, luminoso, certero, obvio, natural: la colectivización de Fuensanta. Lo racional, lo científico, lo luminoso, lo certero, lo obvio y natural es lo siguiente: no necesitamos a los empresarios. Ellos a nosotros sí, es obvio, pero la clase trabajadora no necesita a la clase empresarial. Punto. Tan jodidamente gorda la verdad que se han gastado toneladas de balas y de telecincos en hacernos creer justo lo contrario. Haber olvidado esta verdad ancestral e irrebatible es uno de nuestros mayores problemas ideológicos.

Los sindicatos combativos se la pasan atacando a CCOO y UGT. Esa energía debería dirigirise a combatir el concepto monstruoso de plusvalía, que porque unos señoritos tengan capital para hacerse con los medios de producción, de ahí se derive que millones de personas han de poner su fuerza de trabajo en condiciones cada vez más perversas al servicio de dichos señoritos, es una de las mayores aberraciones de nuestra especie. La plusvalía es un robo. La clase empresarial, no sólo la política, ha destrozado este país, el otro, el otro y el de más allá. Y no me vengan con demagogias de la pequeña empresaria que tiene una peluquería. Sabéis perfectamente a lo que me refiero. (Y que por cierto, la pequeña peluquera, en vez de asalariar a otras más pequeñas peluqueras, que cooperativice la peluquería. Y lo mismo para chigreros y camareras).

Por tanto, es hora de repetir por acá y por alla: colectivización, colectivización, colectivización. Repetir esta idea, debatirla, ponerla en carteles, mitines, comentarios, charlas, asambleas... Porque andamos resucitando las asambleas, ¿no es cierto? Hoy está la asamblea bastante remocicada si la comparamos con hace unas décadas... toca entonces remocicar ahora a doña colectivización.
El grito del: "Que no, que no, que no nos representan" del 15M en alusión a los políticos ha de convertirse en: "Que no, que no, que no los necesitamos" en alusión a los empresarios.

A ver si con suerte va a resultar que tantos años aburriendo nuestras almas con el fomento de la cultura emprendedora, y todas esas vainas, a ver si va a resultar que de ahí podemos sacar un revivir de la cultura colectivizadora y cooperativista... A ver si con tanto fomentar que nos hagamos autónomas va a resultar que en muchas de nosotras se reviva el concepto de autonomía en su verdad etimológica (autonóma: "quien se da a sí misma su propia ley")... A ver si con suerte va a resultar que uniendo esas soberanías individuales damos en formar, organicamente, colectividades y cooperativas.

Ahora bien, los trabajadores tienen que echarle mucha valentía al asunto. Primero debemos hacer un cambio en el cerebro tan grande que se nos oiga un clic atronador en la fontanela parietal. No es para menos. Luego de cada ovario y cada cojón tendrá que salir la bravura.

Sobre todo para el agua, que es un bien común, ahora más que nunca... Colectivicemos Fuensanta. Que alguien por lo menos se atreva a soñarlo."

Extraído de Glayíu

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