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jueves, 9 de mayo de 2013

LA EDUCACIÓN COMO PLATAFORMA PARA LA TRANSFORMACIÓN COMUNITARIA

Antes de comenzar a platear el fundamento del artículo, quisiera matizar la palabra comunitaria. Efectivamente siempre se plantea una transformación social, pero mi experiencia y mis investigaciones me han dado como resultado que la Sociedad siempre se estructura en una suerte de malla verticalizante; pues redunda en una estructura organizativa de las personas que las componen que, al parecer favorece, en su planteamiento, a que esto ocurra. Frente a ello me ha parecido sugerente rescartar el término comunitario; confrontando, si se quiere, lo que al parecer nos ofrece el concepto Sociedad frente al que podría otorgarnos, en términos *tiqqunianos, Comunidad.

Yendo al grano: La educación muchas veces es entendida como aquello que forma o modela individuos. Podríamos entretenernos en los múltiples elementos que comprende un término tan controvertido, pues la pregunta ¿Qué es educar? O como cuestionarían las compañeras de la Asociación Cultural Candela ¿Qué entendemos por un ser humano educado? Es caldo de cultivo para grandes debates (fundamentales, también hay que decirlo). Sin embargo, vemos que las distintas formas de poder han tenido un interés especial en la educación, en cómo se desarrolla ésta, en cómo se plantea o qué objetivos se pretenden alcanzar mediante el propio "proceso de aprendizaje". Las agresiones progresivas que ha ido sufriendo la educación pública, nos hace tomar consciencia de la importancia que la educación puede tener para mantener un orden de cosas o para cambiarlo.

La respuesta a estas agresiones no se ha hecho esperar. Surgió de entre el alumnado, el profesorado y las familias un movimiento que pretendía defender la Escuela Pública, curiosamente, de una Ley del Estado (la mal parecida LOMCE). Este movimiento se vertebró de muchas formas pero se consolidó en una Marea Verde (junto a las Asambleas InterInstitutos o las de TomalaFacultad), que aglutinó a diferentes estratos de la sociedad. La Marea, decía NO. Las administraciones educativas no rectificaban. La propuesta alternativa al NO, no existía. Me explico, no parece que los esfuerzos se hayan encaminado a transformar la educación sino a intentar mantener una situación educativa, que ya de por sí resultaba insuficiente. Tendremos que ser conscientes de que actualmente, nuestros alumnos y alumnas, "no quieren" ir a la Escuela; no sienten afección por el contenido y sentido de nuestras asignaturas; no muestran interés por aprehender nuevos conocimientos, etc. Esto, compañeros y compañeras, es error del profesorado, no esencialmente del alumnado. Y frente a ello, no podemos decir NO simplemente al ataque, pues el problema persistiría. Nuestros alumnos seguirían mostrando desafección; desinterés y repugnancia por la Escuela y su entorno, pese a que la LOMCE se retirase.

Aun así, y he aquí la propuesta, pueden existir respuestas, contraataques, que profesores y profesoras podemos realizar en nuestras aulas. Ello consistiría, pese a las dificultades, en llevar a cabo una metodología educativa que suponga, realmente, un proceso de aprendizaje basado en el propio aprendizaje y no en la superación, competición o, podríamos decir, inanición del mismo. Una desobediencia civil efectiva, no es tanto ponerse en la calle "a recibir golpes", cortar el tráfico, tomar un espacio, reinventar alejadamente una acción (que también); sino dejar de cumplir, masivamente, en nuestras aulas, el modelo vigente de enseñanza. Esto, únicamente, será posible si el profesorado, alumnado y familias, dialogan entre sí para conformar ese modelo educativo y llevarlo a cabo en las aulas de nuestras guarderías, colegios, institutos y universidades. Con mis más sinceras disculpas al ministro (en minúscula a propósito) Wert, "incumpliendo" la Ley.

Pablo M. Testa
Extraído del Nº12 Madrid15M

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