Antes de comenzar a platear el fundamento del artículo,
quisiera matizar la palabra comunitaria. Efectivamente siempre se
plantea una transformación social, pero mi experiencia y mis
investigaciones me han dado como resultado que la Sociedad siempre se
estructura en una suerte de malla verticalizante; pues redunda en una
estructura organizativa de las personas que las componen que, al
parecer favorece, en su planteamiento, a que esto ocurra. Frente a
ello me ha parecido sugerente rescartar el término comunitario;
confrontando, si se quiere, lo que al parecer nos ofrece el concepto
Sociedad frente al que podría otorgarnos, en términos *tiqqunianos,
Comunidad.
Yendo al grano: La educación muchas veces es entendida
como aquello que forma o modela individuos. Podríamos entretenernos
en los múltiples elementos que comprende un término tan
controvertido, pues la pregunta ¿Qué es educar? O como
cuestionarían las compañeras de la Asociación Cultural Candela
¿Qué entendemos por un ser humano educado? Es caldo de cultivo para
grandes debates (fundamentales, también hay que decirlo). Sin
embargo, vemos que las distintas formas de poder han tenido un
interés especial en la educación, en cómo se desarrolla ésta, en
cómo se plantea o qué objetivos se pretenden alcanzar mediante el
propio "proceso de aprendizaje". Las agresiones progresivas
que ha ido sufriendo la educación pública, nos hace tomar
consciencia de la importancia que la educación puede tener para
mantener un orden de cosas o para cambiarlo.
La respuesta a estas agresiones no se ha hecho esperar.
Surgió de entre el alumnado, el profesorado y las familias un
movimiento que pretendía defender la Escuela Pública, curiosamente,
de una Ley del Estado (la mal parecida LOMCE). Este movimiento se
vertebró de muchas formas pero se consolidó en una Marea Verde
(junto a las Asambleas InterInstitutos o las de TomalaFacultad), que
aglutinó a diferentes estratos de la sociedad. La Marea, decía NO.
Las administraciones educativas no rectificaban. La propuesta
alternativa al NO, no existía. Me explico, no parece que los
esfuerzos se hayan encaminado a transformar la educación sino a
intentar mantener una situación educativa, que ya de por sí
resultaba insuficiente. Tendremos que ser conscientes de que
actualmente, nuestros alumnos y alumnas, "no quieren" ir a
la Escuela; no sienten afección por el contenido y sentido de
nuestras asignaturas; no muestran interés por aprehender nuevos
conocimientos, etc. Esto, compañeros y compañeras, es error del
profesorado, no esencialmente del alumnado. Y frente a ello, no
podemos decir NO simplemente al ataque, pues el problema persistiría.
Nuestros alumnos seguirían mostrando desafección; desinterés y
repugnancia por la Escuela y su entorno, pese a que la LOMCE se
retirase.
Aun así, y he aquí la propuesta, pueden existir
respuestas, contraataques, que profesores y profesoras podemos
realizar en nuestras aulas. Ello consistiría, pese a las
dificultades, en llevar a cabo una metodología educativa que
suponga, realmente, un proceso de aprendizaje basado en el propio
aprendizaje y no en la superación, competición o, podríamos decir,
inanición del mismo. Una desobediencia civil efectiva, no es tanto
ponerse en la calle "a recibir golpes", cortar el tráfico,
tomar un espacio, reinventar alejadamente una acción (que también);
sino dejar de cumplir, masivamente, en nuestras aulas, el modelo
vigente de enseñanza. Esto, únicamente, será posible si el
profesorado, alumnado y familias, dialogan entre sí para conformar
ese modelo educativo y llevarlo a cabo en las aulas de nuestras
guarderías, colegios, institutos y universidades. Con mis más
sinceras disculpas al ministro (en minúscula a propósito) Wert,
"incumpliendo" la Ley.
Pablo M. Testa
Extraído del Nº12 Madrid15M
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